El trabajo de los equipos de diseño tienen, cada vez más, una naturaleza colaborativa y co-creativa. La metodología del Design Thinking plantea un diálogo entre tres ámbitos para desarrollar productos que aportan un valor real tanto a la empresa como al usuario : el tecnológico, el de las necesidades del usuario y la estrategia de la organización.
Design thinking extiende la creatividad del diseñador al conjunto de las personas que participan en el proceso de innovación y generación de productos y servicios. Las personas son creativas siempre que se les haga participar en una dinámica que lo permita y facilite.
En un proceso de diseño intervienen diferentes profesionales, y muy especialmente las personas usuarias del producto o servicio. En este contexto el facilitador de la colaboración creativa es una pieza clave en el éxito del proceso de generación de ideas y adecuación a las mismas a diferentes necesidades y requerimientos. Es el encargado de facilitar la expresión de las necesidades, las ideas, los puntos de vista y las eventuales soluciones que se generarán a lo largo del proceso del diálogo colaborativo.
La dinámica colaborativa permite, tal como se propone en la metodología del design thinking y en otras metodologías de trabajo colaborativo, un doble movimiento de divergencia y convergencia que haga posible la expresión creativa de todos los participantes (equipo de diseño, empresa, profesionales y clientes o usuarios potenciales).
Este doble movimiento de divergencia – convergencia previene las soluciones parciales y superficiales así como el enquistamiento de malentendidos y eventuales conflictos empobrecedores del trabajo en equipo. Las soluciones vienen al final, una vez que hemos permitido dar un rodeo que nos permite ampliar las opciones posibles enraizadas en las necesidades reales de quienes se van a beneficiar de la elección de la mejor de las opciones creadas.